Sociales y políticas de un país y de una época.
Periodismo e Identidad Nacional: El Modelo Americano
Periodismo e Identidad Nacional: El Modelo Americano
Desde sus orígenes el periodismo se ha visto amenazado y asediado por cuatro adversarios: la escasez de fuentes, la fuerza del poder, el riesgo de la censura y el estado de ánimo de la opinión pública.
En las democracias industriales las noticias están protegidas como instrumentos de trabajo así como bien de consumo. El periodismo es un oficio caracterizado por una fuerte inestabilidad, sometido a turbulencias, presiones y cambios constantes.
La interferencia del poder funcionó con continuidad durante las décadas de la guerra fría, en los Estados Unidos, donde cualquier forma de censura resulta inimaginable.
La gran libertad de información ha permitido el nacimiento de unas masas cada vez más activas y presentes en los acontecimientos cotidianos. Pero esas masas han dado vida a fuertes grupos de opinión, que se enfrentan al producto noticia de la misma manera que cualquier otro grupo de consumidores.
Allí donde los temas no están tan bien señalizados, el trabajo periodístico está estrictamente presidido por el código de la corrección política. Es un código no escrito, que crea un tipo impalpable de censura, atentamente vigilado por el difícil diálogo de la opinión pública. Doblegarse a las exigencias inmediatas de la opinión y a sus ventoleras furiosas no compensa. No es por azar que la actual temporada sea de bajo prestigio y de muchas acusaciones para la prensa.
Frente al peligro de ser burlados por el continuo cambio de los acontecimientos y para intentar resistir a una opinión pública prepotente y a un sistema político que exige fidelidad, muchos editores se convierten en empresarios del espectáculo. La fórmula es practicar el sensacionalismo, la variedad, la extravagancia, la comicidad y el juego. A la búsqueda de un índice de audiencia que incremente las tarifas publicitarias, ahora en todas las democracias industriales los managers de las noticias parecen haber alcanzado el convencimiento de que no existe comunicación sin espectáculo.
Se ha producido un brusco desplazamiento de campo con la entrada del espectáculo en el periodismo. Hay que volver a pensar, por consiguiente, algunos aspectos fundamentales del oficio: la identidad social, profesional y cultura del periodista, la definición del interés profesional. ¿Importa más la realidad, el mercado, el agrado o el público?
Estamos frente a una tendencia de asociarse a cualquier revelación, a cualquier denuncia, con tal de aparecer entre los protagonistas del clamor. Revelaciones y denuncias se acumulan sucesivamente sin verificaciones, se anuncian y se borran recíprocamente sin que una mente crítica busque su causa.
El periodismo se convierte en un mundo paralelo al real y diferente de él, guiado por una dirección que atribuye en cada ocasión papeles en lugar de una editorship que distribuya las tareas de investigación, de verificación, esclarecimiento.
La alternativa es recuperar el elevado espacio de notario-avalador de acontecimientos comprobados, de fuentes identificadas, de razones conocidas, de reconstrucciones independientes. Y escaso espectáculo.
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