El ser es un ente complejo. Su inmensidad inconmensurable, forja cualquier definición de manera dificultosa, mas cuando se intenta realizarla de forma racional. El hecho de no poder conceptualizarlo de forma concreta, lo hace confuso. Por que abarca diversos individuos en un mismo sujeto; por que incorpora imágenes, modelos externos, a una personalidad de carácter única. El desarrollo es propio en compañía, siempre estamos determinados por el ambiente en el que vivimos (digámosle “contexto” para no sonar ni darwinista ni determinista, aun cuando ambos tienen algo de razón). Nunca somos sino en asimilación, en relación con el otro. Sin el otro, no podemos ser únicos, pues el carácter de unicidad del ser, lo da su primera y principal característica, a la que denominaremos “Principio diferencial”. El mismo consiste, básicamente, en asimilar que el ser como individuo único, se da como tal en la diferenciación con el otro.
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El proceso histórico que afronta la humanidad desde sus principios es la diferencia. El hombre teme a lo diferente desde los tiempos más remotos. Pues lo distinto, lo no cotidiano, genera inquietud, pero por sobre todo pone en duda cuanto conoce el individuo de su propio ser. Tomando dentro de este como determinantes a la sociedad en la que se desarrolla (primitiva, agrícola, feudalista, comunista, capitalista, etc.), el modelo cultural en el que está inserto, el nivel de educación que recibió a lo largo de su vida, entre otros. Todos estos determinan la diferencia entre unos y otros. Y cuando se relacionan es que el individuo –en cuestión- se descubre como forma. Esta diferenciación o “Principio diferencial” implica necesariamente otra característica: el “Principio de relación” o “acción comunicativa” (1).
El hecho mismo de que nos diferenciamos del resto hace necesaria y fundamental, la existencia de una relación con lo distinto, con lo cual nos diferenciaremos, en última instancia; y, esa misma, se da a través de una herramienta propia del ser humano: el lenguaje.
Es, a través del uso lenguaje – o acción comunicativa- ,que vamos a establecer una relación de carácter diferencial. Esa acción, ese modo de comunicarnos, es lo que va a expresar la esencia del propio ser en relación a la otredad, a lo distinto de lo propio. Es, sin embargo, interesante aclarar que, esa diferencia no necesariamente ha de ser de carácter dicotómica. La distinción de dos sujetos exactamente iguales será determinada por ese contexto que es netamente social. Y con ello, una característica más: “El ser es propio de los seres humanos”. El uso del lenguaje, las relaciones tanto de parentesco como interpersonales o de estatus (entre otras) hacen que el hombre tenga la necesidad de desigualarse. Y de esta última nace, El deseo.
Esta ultima característica, trasciende los instintos, pues aglutina en su interior fuerzas superiores a las de la animalidad. El hombre, un ser social por naturaleza, se descubre a sí mismo –como tal- en la relación comunicativa con los otros. Y en resumidas cuentas, esta nace por el deseo (que no es más que una necesidad) de diferenciarnos del resto. Allí justamente, reside la cualidad, la esencia del ser: <> .
El hecho mismo de que nos diferenciamos del resto hace necesaria y fundamental, la existencia de una relación con lo distinto, con lo cual nos diferenciaremos, en última instancia; y, esa misma, se da a través de una herramienta propia del ser humano: el lenguaje.
Es, a través del uso lenguaje – o acción comunicativa- ,que vamos a establecer una relación de carácter diferencial. Esa acción, ese modo de comunicarnos, es lo que va a expresar la esencia del propio ser en relación a la otredad, a lo distinto de lo propio. Es, sin embargo, interesante aclarar que, esa diferencia no necesariamente ha de ser de carácter dicotómica. La distinción de dos sujetos exactamente iguales será determinada por ese contexto que es netamente social. Y con ello, una característica más: “El ser es propio de los seres humanos”. El uso del lenguaje, las relaciones tanto de parentesco como interpersonales o de estatus (entre otras) hacen que el hombre tenga la necesidad de desigualarse. Y de esta última nace, El deseo.
Esta ultima característica, trasciende los instintos, pues aglutina en su interior fuerzas superiores a las de la animalidad. El hombre, un ser social por naturaleza, se descubre a sí mismo –como tal- en la relación comunicativa con los otros. Y en resumidas cuentas, esta nace por el deseo (que no es más que una necesidad) de diferenciarnos del resto. Allí justamente, reside la cualidad, la esencia del ser: <
El neo-capitalismo, muy irónicamente, juega de forma cínica con estos conceptos. Es más, el principio básico de su ciencia motora –la economía- se basa en la escasez, que no es más que la traducción de “la necesidad de satisfacer deseos/necesidades insatisfechas”. Pero ese es tema de otro artículo.
En resumen, el sujeto solo podra encontrarse con su propia escancia en esa relación de deseo. Y cuando más sincera y profunda sea esta, más hondo escavara para encontrarse consigo mismo.
(1) Tomando en perspectiva lo planteado por Jürgen Habermas en su teoría de la acción comunicativa.
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